El Teatro Colón
Una de las casas culturales más importantes del mundo.
Un 25 de mayo de 1908, hace 110 años, el Teatro Colón abría sus puertas y se convertía en uno de los emblemas culturales indiscutidos de Argentina y del mundo. Emplazado entre las calles Cerrito, Viamonte, Tucumán y Libertad el Colón fue, desde entonces y por siempre, reconocido por la calidad de su acústica, así como por el valor artístico de su construcción. Pero lo que no mucha gente sabe es que el Teatro Colón ya existía, solo que en otro edificio, frente a la Plaza de Mayo, ubicado en la misma manzana dónde actualmente se encuentra el Banco Nación. Ese primer teatro había funcionado entre 1857 y 1888 cuando se decidió mudar el edificio y comenzar una obra que duraría alrededor de veinte años.
Se dice que la piedra inaugural del nuevo edificio fue también colocada un 25 de mayo, pero de 1890 por el arquitecto Francesco Tamburini que al poco tiempo falleció. Así es que Víctor Meano, socio de Tamburini y autor del palacio del Congreso Nacional, fue quien quedó a cargo de la construcción pero en 1904, pocos años más tarde, también falleció. Fue entonces cuando el gobierno decidió otorgarle al arquitecto belga Jules Dormal la finalización de la obra y este le impregnó al teatro ese toque afrancesado que tiene en su decoración.
Durante las primeras décadas de su apertura el teatro Colón programó casi con exclusividad a músicos y cantantes italianos probablemente porque estaba organizado mediante un sistema de concesionado ligado con la Municipalidad, motivo por el cual la matriz de programación del teatro —si bien siempre de altísima calidad— fuera un tanto acotada. Pero luego de la Primera Guerra mundial el público se volvió más exigente y comenzó a reclamar un repertorio más amplio. Así es que en 1925 se crearon los cuerpos estables del teatro: la orquesta, el coro, el ballet y el cuerpo técnico que impregnarían con su impronta las sucesivas programaciones. Y ya para 1931 el gobierno había tomado la decisión de que el Colón formara parte del servicio público de la nación, con patrimonio propio, lo que le terminaría otorgándole al teatro su propio sello de excelencia
y sería el punta pie inicial para que algunas décadas más tarde el teatro tuviera la posibilidad de crear, por ejemplo, sus propias áreas educativas y cuerpos artísticos; bases fundamentales para que el Colón se convierta en un escenario venerado por los grandes artistas de todas las épocas que han sabido lucirse allí como Julio Bocca, Paloma Herrera, Mijail Barishnikov, Anna Pavlova, Rodolf Nureyev, Leonard Bernstein, Herbert Von Barajan, María Callas, Zubin Mehta, Daniel Barenboim, Martha Argerich, Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti entre tantos otros.
La superficie total del Teatro Colón es de 58.000 metros cuadrados, de los cuales 37.884 son metros cubiertos. Posee un estilo ecléctico, quizás porque la obra pasó por las manos de tres arquitectos antes de su inauguración, aunque ciertamente el eclecticismo es propio del carácter de las construcciones de principios del siglo XX.
La sala principal de teatro es única y para quien ha tenido la fortuna de conocerla resulta también inolvidable. Tiene la forma de una herradura y está bordeada por palcos hasta el tercer piso lo que permite que 2.478 espectadores puedan disfrutar de los espectáculos sentados y otros 500 puedan hacerlo de pie. Detalles como la cúpula del teatro que cuando inauguró estaba decorada con pinturas de Marcel Jambon, que con el paso del tiempo se deterioraron, son realmente únicos y le otorgan al teatro su propio sello distintivo, así como la participación que tuvieron reconocidos profesionales como el arquitecto Mario Roberto Álvarez que, en 1960, fue el encargado de realizar las ampliaciones y mejoras del edificio y el genial pintor Raúl Soldi que tuvo a cargo los nuevos frescos de la cúpula que se inauguraron en 1966, profundizan aún más las peculiaridades distintivas de la historia del teatro.
El escenario del Teatro Colón es probablemente uno de los sitios con más mística que tiene el edificio. Posee una inclinación de tres centímetros por metro y tiene 35,25 metros de ancho por 34,50 de profundidad, y 48 metros de altura; así como un disco giratorio de 20,30 metros de diámetro que puede accionarse eléctricamente para virar en cualquier sentido y cambiar rápidamente las escenas permitiendo que se monten obras complejísimas dónde los cambios en la escenografía son clave. Por su parte el foso de la orquesta posee una capacidad para ciento veinte músicos en vivo y está tratado
con cámara de resonancia y curvas especiales de reflexión del sonido.
Otra característica especial del teatro son sus talleres de maquillaje, peluquería, tapicería, escultura, fotografía, sastrería, zapatería, utilería, escenografía y mecánica escénica y maquinaria. En estos talleres de producción se realiza absolutamente todo lo necesario para cada espectáculo aportándole a cada obra un estilo propio. Todas estas cualidades han convertido al Teatro Colón definitivamente uno de los edificios con mayor jerarquía y significancia del mundo, símbolo de la cultura del siglo XX y Monumento Histórico Nacional.
En 2001 el Teatro Colón cerró sus puertas para iniciar un proceso de restauración conservativa. Aquellos años en los que el teatro estuvo cerrado fueron realmente extraños para el alma de la ciudad, algo así como si Buenos Aires se hubiera quedado sin su corazón cultural.
Entre los trabajos de restauración más importantes que tuvieron que realizarse en el teatro, el del cambio de los pisos fue probablemente uno de los más delicados.
El piso original del escenario era de petiribí y debido a la antigüedad y al uso considerable realmente se encontraba en muy malas condiciones. Pero el trabajo de reemplazo del piso de uno de los cinco teatros más importantes del mundo no era tarea fácil ya que había que cambiarlo respetando pautas muy precisas.
Así es que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires abrió una licitación a través de la Constructora Dycasa para dicha tarea y Patagonia Flooring ganó la licitación. Durante más de dos años un equipo de expertos de Patagonia Flooring trabajó en detalle y siguiendo los parámetros puestos por la dirección del Ministerio de Desarrollo Urbano en la colocación del nuevo piso del escenario.
Afortunadamente, el 24 de mayo de 2010, el teatro Colón re abrió sus puertas y levantó su telón con La bohème, la famosísima ópera de Puccini, demostrando una vez más que estaba a la altura de las circunstancias y que junto al Metropolitan de Nueva York, el Bolshoi de Moscú y el Teatro Nacional de Munich mantenía la tradición de ser una de las casa culturales más importantes del mundo.